
01/12/2025
Santander
La negociación de los Presupuestos Generales de Cantabria para el próximo ejercicio se ha convertido en el principal termómetro político y social de nuestra comunidad, revelando las profundas tensiones a las que se ve sometido un gobierno en minoría. El actual estancamiento no se basa en una simple disputa contable; es una crisis de gestión estratégica que amenaza con paralizar la inversión y los servicios públicos esenciales, afectando directamente al día a día de los ciudadanos.
La presidenta María José Sáenz de Buruaga (PP) enfrenta en estos momentos la prueba de fuego de su liderazgo: la obligación de gobernar con un número insuficiente de escaños. Esta debilidad aritmética ha transformado el debate presupuestario en un pulso de poder donde la oposición (principalmente PRC y PSOE) utiliza la negociación no sólo para defender sus propuestas, sino como una herramienta de desgaste y posicionamiento político.
Esta presión se intensifica debido al calendario. La falta de un acuerdo a un mes de terminar el año apunta a que esta situación desembocará en una prórroga de cuentas, un escenario que, aunque legal, condena a la administración a la inmovilidad y la ineficiencia, especialmente en áreas donde los costes (energía, personal…) han aumentado por la inflación.
Este bloqueo al que hacemos referencia se ha concentrado en determinadas áreas críticas, evidenciando las carencias del sistema autonómico y las prioridades contrapuestas de los grupos que tienen representación en el Parlamento:
A. Sanidad: las noticias sobre las listas de espera inasumibles, la saturación en Atención Primaria y la escasez de especialistas (problema agudizado en hospitales comarcales), han convertido la Sanidad en la línea roja de la oposición.
El mantenimiento del presupuesto anterior, incluso si se aumenta levemente, es insuficiente para hacer frente al aumento del gasto farmacéutico, la necesidad de contratar personal sanitario (médicos y enfermeros) y la urgencia de renovar equipos obsoletos. La prórroga paralizaría cualquier plan ambicioso para atajar el problema estructural de las mamografías o la falta de médicos en zonas rurales.
B. Fomento y ordenación del territorio: el debate ha chocado con la visión de la inversión en obra pública y vivienda. La oposición exige compromisos concretos para proyectos de infraestructura y el desarrollo de políticas de vivienda social que aborden la crisis de precios.
Una prórroga presupuestaria detiene proyectos de capital relevancia. Esto significa que los fondos destinados a nuevas carreteras, planes de regeneración urbana o, específicamente, la promoción de Vivienda de Protección Oficial (VPO) se congelan. Se frena el empleo en el sector de la construcción y se desatiende la demanda de vivienda asequible, un factor clave de la estabilidad social.
C. Fiscalidad y financiación: el debate presupuestario es un reflejo de la ideología de cada partido. El gobierno busca priorizar la baja fiscalidad (reducción de impuestos) como motor de crecimiento, mientras que la oposición exige la garantía de ingresos suficientes para sostener y expandir el gasto social.
La dificultad reside en que las demandas de gasto de la oposición son incompatibles con las promesas de reducción de ingresos públicos del gobierno, creando una brecha financiera que sólo puede cerrarse con endeudamiento o con un drástico recorte en partidas no prioritarias. La falta de consenso fiscal es un obstáculo insalvable para la estabilidad presupuestaria.
La prórroga presupuestaria no puede considerarse como un simple aplazamiento; es una sentencia de inmovilidad para Cantabria, con dos consecuencias principales:
1) Parálisis de la gestión: no se pueden crear nuevas plazas de personal, ni establecer nuevos convenios o programas de inversión no previstos en las cuentas anteriores. La administración opera con un traje demasiado pequeño para las necesidades actuales de inflación y demanda social.
2) Desgaste político acelerado: para la presidenta Buruaga, el fracaso del presupuesto la expone a una vulnerabilidad constante. Cada paso de su gobierno tendrá que ser negociado ad hoc, convirtiendo la gestión diaria en una agotadora sucesión de pactos puntuales y otorgando un poder desmedido a los grupos que tienen la llave del bloqueo.
El actual estancamiento es la prueba de que la política de trincheras ya no sirve a los intereses de Cantabria. La comunidad exige un liderazgo que priorice la institución sobre el partido.
Desde Valores Cantabria hacemos un llamamiento al entendimiento y el trabajo conjunto basado en una estrategia que tiene como objetivo el bien común:
Establecimiento de un pacto de mínimos social: los grupos deberían aislar las partidas de Sanidad, Educación y Dependencia, garantizando un aumento de gasto que cubra al menos el IPC más la necesidad de nueva contratación. Estos son servicios no negociables.
Mesas técnicas de inversión estratégica: en lugar de exigir proyectos particulares, la oposición y el Gobierno deben acordar una Comisión Técnica para evaluar y priorizar proyectos de Fomento con impacto regional y plazos plurianuales, despolitizando así la inversión clave para el empleo.
Compromiso de legislatura: la única salida viable para un gobierno en minoría es un acuerdo de estabilidad de legislatura (Pacto de Mínimos) que dé certeza a los presupuestos de los próximos años. La alternancia es legítima, pero la estabilidad institucional es obligatoria.
Cantabria necesita líderes con la altura de miras suficiente para reconocer que el estancamiento presupuestario no es un arma política, sino un daño autoinfligido a la ciudadanía. El futuro de la comunidad, su capacidad para invertir, sanar y prosperar, depende de que los políticos abandonen las tácticas y asuman su responsabilidad histórica.
José Luis Tendero Ferrer

Presidente Valores Cantabria.
Secretario Nacional de Política Territorial

















