
25/11/2015
Santander
DECLARACIÓN OFICIAL VALORES CANTABRIA EN EL DÍA INTERNACIONAL DE LA ELIMINACIÓN DE LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER
Hoy, 25 de noviembre, se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. En esta fecha, la sociedad y la clase política no puede, ni debe, limitarse a la condena ritual y de pose.
Como sociedad, debemos sumergirnos en una realidad que cada día resulta más inquietante: la violencia se está alimentando y reconfigurando a través de la cultura digital y los patrones de conducta que son observables en una gran parte de nuestros jóvenes y adolescentes. Debemos referirnos a un fracaso social y educativo que, año tras año, se cobra vidas y aterroriza hogares.
Las estadísticas nos recuerdan la gravedad del problema en España, con decenas de mujeres asesinadas anualmente y miles de denuncias que ponen de manifiesto una amenaza que resulta cada vez más persistente. En nuestra comunidad autónoma, Cantabria, el sistema de protección opera constantemente para amparar a mujeres con órdenes de alejamiento, en muchas ocasiones ineficaces, lo que no puede sino confirmar que el terror es una realidad que no distingue entre grandes ciudades y pueblos pequeños.
Desde Valores Cantabria nos vemos en la obligación de insistir y reiterar: la violencia es violencia, venga de donde venga. No hay justificación posible para el dominio o la agresión. Pero para combatirla eficazmente, debemos poner nombre y apellidos a la raíz de la desigualdad que la genera, y que hoy encuentra un caldo de cultivo perfecto en tres esecenarios fundamentales: la inmediatez digital, las redes y hábitos de consumo sociales y la pérdida de valores en el hogar.
Nuestros adolescentes están creciendo inmersos en una cultura que socava activamente el respeto y la dignidad. La adicción a las nuevas tecnologías no es sólo un problema de cuánto tiempo se pasa delante de una pantalla; es un problema de contaminación de valores.
El acceso libre, inmediato y sin filtros de control eficaces y eficientes a contenidos pornográficos está normalizando modelos de relación basados en el dominio y la agresión, donde el consentimiento y la aceptación mutua ha pasado a ser una formalidad ausente. Esto enseña a los jóvenes que las relaciones íntimas y sexuales se basan en el poder, en el dominio, y no en el respeto y la aceptación mutua, por no hablar de la tendencia a la normalización de prácticas sexuales de riesgo o conductas sexuales inapropiadas.
Por otro lado, el auge de plataformas como OnlyFans y la proliferación de estilos de música y canciones cuyos contenidos y letras objetivizan y denigran a la mujer bajo la bandera de un falso empoderamiento femenino y el distorsionado eslogan publicitario de «Mi cuerpo, mi decisión», promueven la idea de que el cuerpo femenino es una mercancía o un arma de poder y control. Se refuerza un modelo cultural que conduce a la sexualización extrema y a la esclavitud digitalizada, donde el valor de la mujer reside en su disponibilidad, su accesibilidad y su aspecto físico.
Es en este punto donde la reflexión se vuelve incómoda, pero necesaria. El fracaso de la sociedad en contener estas formas de violencia aceptadas comienza en el hogar. La raíz de la violencia no es la pornografía per se, o una canción con una letra que, en muchos casos, resulta obscena y casi pervertida, sino la ausencia de valores fundamentales que permitan al joven discriminar lo que ve, lo que oye, lo que es sano para su desarrollo psicológico o emocional y lo que no.
Si en el núcleo familiar se transmiten roles de convivencia extremedamente rígidos; si no existe una educación emocional para gestionar la frustración sin recurrir a la ira; si se enseña al niño a controlar y no a respetar; si se aceptan pequeños gestos cotidianos que alimentan esa sensación de poder o control, estamos creando un vacío de valores que la cultura digital se encarga, por sí sola, de llenar con contenido tóxico y nocivo.
La casa, como en casi todas las circunstancias, es el cimiento, la columna vertebral de todo lo bueno, y todo lo malo. Si los padres no educan en la empatía, la corresponsabilidad y el consentimiento auténtico, el móvil y las nuevas tecnologías se convertirán en los peores maestros, proporcionando modelos de dominación que el niño o adolescente asume como normales. La crisis de la violencia en la sociedad es, ante todo, una crisis de la transmisión de valores familiares.
Por ello, el llamamiento que hacemos desde Valores Cantabria este 25N es un llamamiento a la corresponsabilidad social.
A los padres y madres, les decimos: nuestro ejemplo es la primera ley. Dejen el móvil, miren a sus hijos y enséñenles a amar y a relacionarse con respeto antes de que la pantalla les enseñe lo contrario.
A los políticos, les exigimos políticas que no solo castiguen la violencia, sino que inviertan masivamente en la educación en valores y en la salud mental para desmantelar esta cultura de dominio.
La violencia contra la mujer es un indicador de la salud moral de nuestra sociedad. Y nuestra sociedad está moral y éticamente enferma. Hoy, esa salud exige un cambio radical que debe empezar en el salón de nuetra casa.
Es hora de dejar de ser cómplices pasivos y de construir hogares donde la dignidad de la persona sea el valor innegociable.

José Luis Tendero Ferrer
Presidente Valores Cantabria.
Secretario Nacional de Política Territorial

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